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LA REENCARNACIÓN Y EL OLVIDO




LA REENCARNACIÓN Y EL OLVIDO


Durante el camino de las encarnaciones se da una condición muy peculiar que parece que sucede solo para complicar más las cosas y que obstaculiza el proceso de evolución de las almas para alcanzar la iluminación. Es una especie de ignorancia u olvido que nos impide entender cuál es el verdadero propósito del alma, y que nos hacer perder la pureza natural obsesionándonos y enfocándonos únicamente en todo lo que nos satisface de tipo material.


Esta condición según las diferentes culturas recibe un nombre y en la nuestra es lo que llamamos “mal” o “caída del hombre”, los budistas diferencian a la sociedad occidental con la oriental como materialistas y espiritualistas.


Tras el proceso de la muerte, un ser reencarnado puede querer reparar sus errores cometidos en vidas anteriores , pero puede ser atrapado o absorbido por este “mal” y de nuevo enfocarse en el mundo de la materia haciendo que caiga en el mismo error de desconectarse con su esencia y propósito de vida y que desee de nuevo la satisfacción material.

Sabe cual es el camino que debía seguir, pero lo olvida de nuevo, de manera que contrae nuevas deudas kármicas y será llamado de nuevo a reencarnar en más y más vidas hasta que por fin logre vender ese olvido que ciega su mente.


Para poder vencer y llegar a esta meta ha de regirse por los principios morales y los valores espirituales, la correcta vida en coherencia y la contemplación de los sucesos en la vida física que le provocan sufrimiento para afrontarlos desde una perspectiva que le permitan ver en ellos el aprendizaje que le ayudará a despertar.


Lo que llamamos karma representa las acciones de las vidas anteriores y el dharma indica los instrumentos efectivos que cada uno de nosotros puede tener a su disposición, osea cualidades adquiridas, dones, conocimiento, para poder derrotar ese apego a lo material y deshacer definitivamente el karma.


Hay un dharma de tipo mental que sería el estudio de los libros sagrados, y otro de tipo emocional, la correcta vida familiar y en las relaciones humanas y la vida del ermitaño basada en la disciplina.

En las filosofías orientales escuchamos repetidamente la simbología de la tela de araña para explicar la complejidad de la red que mantiene unidas las encarnaciones.


A partir del ser todo se crea y se devora, como hace la araña que escupe y se vuelve a comer su tela. Ese es el destino de todos nosotros, obligados a producir continuas formas materiales que cada vez se disuelven y transforman de nuevo en entidades espirituales.

Por otra parte, si la araña no construyese con tanto esfuerzo su tela, no podría alimentarse y recorrer al mismo tiempo su camino de vida.


Vida tras vida construimos ese hilo que nos lleva a la unidad. Morir y luego renacer, y luego nacer y volver a morir: nada de esto es realmente tan inútil como nos parece ya que durante el camino atesoramos las más diversas experiencias que nos aportan sabiduría.




LA MUERTE ES LA EXPERIENCIA QUE MÁS HEMOS REPETIDO Y LA QUE MÁS TEMEMOS


Si nos preguntamos desde nuestra perspectiva occidental qué es la muerte, vemos que nuestra ciencia mantiene que cuando el encefalograma es plano significa el cese de actividad cerebral y de los latidos del corazón y por lo tanto, esto representa la muerte. Con esta teoría vemos que tenemos una percepción del “YO” desde un punto de vista del mundo ilusorio, materialista, que lo resume todo a nivel físico según la actividad o no actividad del cuerpo y nada más. Se enfoca la muerte como una “nada”, pero esta definición es solo un concepto, hay ya muchos casos de personas que han muerto y han revivido después de dar un encefalograma plano y que, además, han relatado experiencias vividas en los estados transitorios en los que han estado.

En nuestra sociedad accidental nos han educado en la creencia de que la muerte es un estado terminal del cuerpo físico y que después no hay nada, que nos sumimos en un olvido, en un vacío que destruye la vida, que se la traba para siempre.


Se compara a la muerte como un sueño, la oscuridad o un estado de inconsciencia en el que ya no sentimos sufrimiento alguno y que incluso las personas que sufren la desean porque creen que es como una anestesia final que terminará con su insoportable dolor.

Pero la ciencia no tiene la visión espiritual y de hecho, la ciencia del ser interior, espiritual, empieza con el análisis de esa “nada”.


La “NADA” es “nada”. Por lo tanto no puede existir en ningún lugar que pueda sugerir nada, por lo que cuando hablamos de ella con estas palabras como la que he usado “ELLA”, ya le estamos otorgando un estatus y significa que es “ALGO”, ya no es nada. La nada no puede tener un interior y exterior, no puede destruir, tragar o terminar una vida, porque no es nada. No puede contener energía o efectos ya que es nada y si lo tuviera sería algo. La nada no puede ser un estado o algo. No hay absolutamente nada que temer. No hay nada que esperar. La nada es la nada.

Es curioso como pensamos en la “nada” como si fuera algo, nos contradecimos y en esa contradicción es donde podemos ver más claramente el estado de ilusión en el que vivimos.

Cuando nos referimos a la muerte como un estado que nos conduce a la nada vemos que es una forma incorrecta de hablar.


Creemos que porque el encefalograma muestre una línea plana nuestra existencia de la misma manera se esfuma como si nos hubieran dado una anestesia que ya nos impide sentir o tener conciencia. Concebimos la muerte como un lugar de quietud y paz donde nuestra conciencia “descansa en paz” y puede dormir, donde ya no puede ser molestada.

Cuando pensamos en la muerte de esta manera nos estamos simplemente consolando, nos engañamos haciéndonos creer que la muerte es como un sueño profundo donde se eliminan las preocupaciones, las sensaciones, los dolores e incluso la conciencia, creemos que caemos en un sueño.


Cuando nosotros nos dormimos por la noche tenemos la sensación de relajarnos en la seguridad de nuestra cama, tenemos un último momento de conciencia y nos dormimos y en unas horas tenemos un primer momento de despertar con la conciencia de haber estado en un sueño o de despertarnos de un sueño. Quizás podemos sentir como que hemos perdido la conciencia fuera de un sueño pero nunca tenemos la experiencia directa de haber perdido la conciencia, es decir, nunca hemos experimentado conscientemente el estar inconscientes por lo tanto, no podemos recordar lo que ha sucedido.


Por lo tanto nuestra sensación de haber descansado se basa en ese primer momento de consciencia al despertar.

El dormir es muy diferente al estado de la muerte. Asociamos el dormir con el refresco, el descanso, la paz y la tranquilidad por lo que para evitar la angustia de la incertidumbre de este proceso que tememos tanto, nos han hecho creer que la muerte es como un sueño en el que descansaremos eternamente.


Ese es nuestro occidental consuelo. Pero ¿sería lógico pensar que tantas experiencias de una vida, tantos aprendizajes tienen como meta simplemente quedar en la “nada”? Yo creo que no y la mayoría de las culturas orientales también.


Particularmente me gusta mucho la filosofía budista, ellos temen más que nadie a la muerte por el hecho de que si llega el momento y no están preparados para ella, si no han actuado correctamente, -según sus creencias- creen que pueden encarnar en animales y además enfrentarse en los estado intermedios a sus “devas iracundos”.

Los tibetanos consideran como una cuestión de sentido común el hecho de que los seres existen a través de un continuo flujo de vidas y, que el proceso de la muerte, su estado intermedio y renacimiento sigue una pauta lógica y predecible, por ello se preparan durante toda su vida para este momento.


Dijo Pascal:

“-Si tras la muerte nos convertimos en nada, no estaremos allí para lamentarnos por no habernos preparado para algo. Pero si somos algo tas la muerte, y no nos hemos preparado de ninguna manera, o estamos mal preparados, entonces sentiremos un amargo, doloroso y largo lamento. Así que podemos perderlo todo por no prepararnos , sin nada que ganar; podemos ganarlo todo al prepararnos, sin nada que perder. Si nuestra preparación resulta que no es para nada, el poco tiempo gastado en esta vida no será lamentado por toda la eternidad. Si nuestra preparación es para algo, el tiempo que no le hemos dedicado para derrocharlo en los asuntos y placeres de está vida, será profunda y eternamente lamentado como una pérdida de recursos vitales.”

En fin…a buen entendedor….


Si deseas conocer algo sobre tus vidas pasadas no te pierdas la masterclass “CÓMO RECORDAR VIDAS PASADAS”, seguro que te encanta.

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