LA MENTIRA DE TU IDENTIDAD
Todos vivimos en dos mundos. El primero es evidente pues con sólo mirar a nuestro alrededor podemos verlo. Es bastante familiar y conocido, ya que podemos nombrar cada cosa que vemos en él y decir en qué consiste, de dónde viene, de quién es, si es agradable, desagradable o indiferente. En ese mundo podemos hacer separaciones entre unas cosas y otras y notar sus diferencias, es decir, que podemos colocar a las cosas y seres del mismo en categorías. Es fácil para nosotros etiquetar las cosas de ese mundo para que se hagan comprensibles y predecibles. Ese mundo que encuentran nuestros sentidos es bastante claro y comprensible y lleno de colores y sonidos, sabores, olores y sensaciones que definen para nosotros lo que significa estar vivo. Pero hay otro mundo, igualmente vívido a veces, pero mucho menos fácilmente descrito y comprendido. Un mundo interno de pensamientos y emociones, un mundo de imaginación y sueños, un mundo que contiene un «testigo» en la sombra, una misteriosa persona a quien no vemos nunca realmente pero que parece ser capaz de ver y observar los mundos externo e interno. Una persona cuya existencia podemos olvidar de vez en cuando, como por ejemplo cuando estamos enfrascados en una tarea o perdidos en una sinfonía de Beethoven o profundamente dormidos, pero que siempre vuelve a emerger en el momento en que comenzamos a pensar nuestros propios pensamientos una vez más, o cuando nos despertamos por la mañana y volvemos de nuevo a nosotros mismos. Es curioso cómo rara vez nos paramos a reflexionar sobre la existencia de este «testigo» esquivo.
¿Quién es realmente la persona que vive dentro de nosotros y está en contacto con los mundos interno y externo? ¿De dónde viene esa persona, dónde está y a dónde va? Indudablemente él o ella está experimentando la vida, ¿pero qué es realmente la vida, esta extraña, mágica, frustrante y maravillosa cosa que se expresa a través de nosotros, y que casi siempre nos equilibra con dificultad entre tristeza y alegría? ¿Para qué sirve? ¿Tiene un propósito, y si es así, cual es? ¿Podemos conocerla, y si es así, podemos entenderla? Mientras más nos hacemos estas preguntas, más nos damos cuenta de que la respuesta a la primera de ellas, responde al resto también. Porque conocer quienes somos es conocer también de dónde venimos y a dónde vamos, y saber lo que es la vida y para qué sirve. Cada una de estas preguntas es, en efecto, sólo una versión de la eterna pregunta: ¿Quién soy yo? La pregunta existencial fundamental de la que todas las preguntas existenciales surgen, y sobre la cual dependen para su significado e importancia.
Cristina Escalada ©
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